viernes, 11 de diciembre de 2009


EL TIEMPO DE ADVIENTO

El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico, comprende las cuatro semanas antes de la Navidad y empieza el domingo más cercano al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. El color de este tiempo es el morado, que simboliza, austeridad y penitencia. Y tiene el propósito de avivar en los creyentes la espera del señor.
Podemos decir que se divide en dos partes: desde el primer domingo al 16 de diciembre, que es la preparación a la llegada definitiva del Señor, al final de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora. Dando a cada uno según su obras.
La venida del Señor presenta tres dimensiones.
- Adviento Histórico: Abarca todo el Antiguo Testamento.
- Adviento Místico: Que es la preparación moral del Hombre de Hoy a la venida del Señor. Es un Adviento actual. Es tiempo propicio para la evangelización y la oración, es la disposición del hombre, a aceptar la salvación que viene del Señor. El Adviento entendido así, es de suma actualidad e importancia.
- Y Adviento como preparación a la llegada definitiva del Señor, al final de los tiempos, llamado Escatológico. Es la aceptación de la felicidad eterna que Jesús nos dio como nuestro salvador.

Esta celebración en todas sus dimensiones manifiesta cómo todo el tiempo gira alrededor de Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre; Cristo el Señor del Tiempo.

El significado de Adviento proviene del Latín ad-venio, llegar.
Su origen histórico, no se sabe exactamente cuando fue introducido en la iglesia.
La preparación para la fiesta no debió ser anterior a la existencia de la misma, y de esta, no hay evidencia antes del final del siglo IV.
En el 581 un sínodo desarrollado en Macon, en la Galia, en su canon noveno, ordena que desde el 11 de noviembre, hasta la navidad, el sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito cuaresmal. Y anota cinco domingos para el tiempo.
San Gregorio el grande en el (590-604) en su colección de homilías empieza con un sermón para el 2º. Domingo de Adviento.
En el (650) el Adviento era celebrado en España por 5 domingos.
Varios sínodos hicieron cánones sobre los ayunos en este tiempo, y prohibían la celebración del matrimonio.
El Papa San Gregorio VII (1073-1085) reduce a cuatro semanas este tiempo.
Conforme al uso actual (1910) es un tiempo litúrgico que comienza en el domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol,
Abarca cuatro domingos.

Los personajes del Adviento:
- Isaías: figura de espera por la salvación
- Juan Bautista: figura de preparación
- María: Virgen de la esperanza y Madre del Salvador.

La figura de la espera ISAÍAS

Es el profeta por excelencia del tiempo de la espera; está asombrosamente cercano, es de los nuestros, de hoy. Lo está por su deseo de liberación, su deseo de lo absoluto de Dios; lo es en la lógica bravura de toda su vida que es lucha y combate; lo es hasta en su arte literario.
Es uno de esos violentos a los que les es prometido por Cristo el Reino.
Encontramos en Isaías ese poder tranquilo e inquebrantable del que está poseído por el Espíritu que como anuncia, sin otra alternativa lo que le dicta el Señor.
Su religiosidad atribuye a Dios su fortuna política y su religión. Espera de él nuevos éxitos. Isaías inspirado por su Dios supera situaciones y fue arrebatado por el Señor en (740), cuando estaba en el templo, con los labios purificados por una braza traída por un serafín.
A partir de ese momento Isaías ya no se pertenece, se convierte en un predicador moralizante al servicio de Dios que para siempre en el gran anunciador de la Parusía, “La venida de Yahvé”. Isaías predice los cataclismos que se desencadenarán en el día de Yahvé. (Isaías 2-,1-17) Ese día será para Israel el día del Juicio.

La figura de la preparación: JUAN BAUTISTA
El anuncio del nacimiento de Juan es solemne, con la aparición del ángel del Señor. Se realiza en el marco litúrgico del templo. Desde la designación del nombre del niño, “Juan”, que significa “Yahvé es favorable”, todo es concreta preparación divina del instrumento que el Señor ha elegido.

Su llegada no pasará desapercibida y muchos se gozarán en su nacimiento (Lc 1, 14); será un niño consagrado y como lo prescribe el libro de los Números (6, 1), no beberá vino ni licor fermentado. Juan es ya signo de su vocación de asceta. El Espíritu habita en él desde el seno de su madre. A su vocación de asceta se une la de guía de su pueblo (Lc 1, 17)
Precederá al Mesías, papel de Malaquías (3, 23) atribuía a Elías. Su circuncisión, hecho característico, muestra también la elección divina: El Señor es quien le ha elegido, es él quien dirige todo y guía a su pueblo.
El nacimiento de Juan es motivo de un admirable poema, que, a la vez, es acción de gracias y descripción del futuro papel del niño. Este poema lo canta la Iglesia cada día al final de los Laúdes reavivando su acción de gracias por la salvación que Dios le ha dado. Y en reconocimiento porque Juan sigue mostrándole “El camino de la paz”
Lucas resume en una frase toda la actividad de Juan: “Anunciaba al pueblo la Buena Noticia” (Lc 3, 18) Él fue el primero quien anunció al Cordero de Dios, llamándolo así por vez primera. Él bautizó en el Jordán al autor del bautismo, y el agua viva tiene desde entonces poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo”

Virgen de la esperanza y Madre del Salvador: VIRGEN MARIA
La primera venida del Señor se realizó gracias a ella. Y, por ello, todas las generaciones le llamamos Bienaventurada.
Sobre el papel de la Virgen María, en la venida del Señor, la liturgia del Adviento nos ofrece prepararnos con alegría al Misterio de su Nacimiento para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.
En ella, madre de todos los hombres, la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre al don de una vida nueva. Por eso nosotros, mientras esperamos la venida de Cristo, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria… Santo, santo, santo, es el Señor Rey del Universo, llenos están el cielo y la tierra de tu Gloria, Hosanna en el Cielo, Bendito el que viene en nombre del Señor, Hosanna en el Cielo.
La Virgen Inmaculada fue y sigue siendo el personaje de los personajes del Adviento: de la venida del Señor. Por eso, cada día, durante el Adviento, se evoca, se agradece, se canta, se glorifica y enaltece aquella que fue la que accedió libremente a ser la madre de nuestro Salvador “el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11).
A partir de la segunda parte del Adviento, la preponderancia de la Madre Inmaculada es tan grande, que ella aparece como el centro del Misterio preparado e iniciado. Así, las lecturas evangélicas del IV Domingo, en los tres ciclos, están dedicadas a María. Y en las misas propias de los días 17 al 24, todo gira alrededor de ella. Y con razón.
El ángel Gabriel saludó a María, diciendo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres. “Mirad: la Virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.
La presencia de la Virgen es constante en los Oficios de Adviento, así como en el recuerdo de la primera venida de su Hijo y en la tensión de su vuelta al final de los tiempos.


ESQUEMA PRÁCTICO:

I DOMINGO.- es la vigilancia en espera de la venida gloriosa de Cristo.
Durante esta primera semana las lecturas bíblicas y la predicación son una invitación con las palabras del Evangelio: Velen y estén preparados, que no saben cuándo llegará el momento”. En esta semana nos proponemos a revisar nuestras relaciones para buscar el perdón de quienes hemos ofendido y darlo a quienes nos hayan ofendido para comenzar el Adviento viviendo en un ambiente de armonía y amor familiar.
Y también en familia y en cada comunidad parroquial, encenderemos la primera vela de la corona de Adviento, color morada, como signo de vigilancia y deseos de CONVERSION.

II DOMINGO.- la conversión, nota predominante de la predicación de Juan Bautista.
Durante la segunda semana, la liturgia nos invita a reflexionar con la exhortación de Juan Bautista: “Preparen el camino, Jesús llega” y, qué mejor manera de prepararlo que buscando ahora la reconciliación con Dios.
La iglesia nos invita a acudir al sacramento de la confesión que nos devuelve la amistad con Dios, que habíamos perdido por el pecado.
Encenderemos la segunda vela morada de la Corona de Adviento, como signo del proceso de conversión que estamos viviendo.

III DOMINGO.- el testimonio, que María, la Madre del Señor, vive, sirviendo y ayudando al prójimo. Nos disponemos a vivir en esta tercera semana de Adviento, meditando acerca del papel que la Virgen María desempeñó. Encenderemos como signo de espera gozosa, la tercera vela, color rosa, de la corona de Adviento.

IV DOMINGO.- el anuncio del nacimiento de Jesús hecho a José y a María.
En esta semana las lecturas bíblicas nos invitan a “Aprender de María y a aceptar a Cristo que es la Luz del Mundo”. Como familia debemos vivir la armonía, la fraternidad y la alegría que esta cercana celebración representa. Y aceptar a Jesús en los corazones, las familias y las comunidades. Encendemos la cuarta vela color morada, de la Corona de Adviento.

La Corona de Adviento

Tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar el fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas.

Los cristianos luteranos, al ver en Jesucristo el origen de la vida y luz espiritual, adoptaron este símbolo para expresar y vivir su fe en torno a la persona del Mesías.

El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.
Recuerda en el color verde, la esperanza de la vida. Las cuatro velas que se colocan alrededor, significan la luz que disipan las tinieblas del pecado con la cercana llegada de Cristo a nuestro mundo.
Son tres de color morado, que hablan del deseo de conversión y una rosa que habla de la alegría vivida con María, por la inminente llegada de Jesús.
La vela blanca en el centro es la Luz de Jesús que con su nacimiento, viene a iluminar definitivamente la vida del hombre.

El listón rojo representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.
Con alguna meditación y canto se enciende cada semana una vela en la espera del Salvador y la noche del 24 de diciembre con las cuatro velas encendidas, se enciende por último la vela blanca cantando villancicos y se “acuesta al niño Jesús” en el nacimiento.

La venida espiritual

En Cristo, el Hijo eterno, Dios ha aparecido entre nosotros en forma humana. E intenta entrar en lo más íntimo de nuestras vidas, a fin de compartir su vida con nosotros. Él
está a la puerta y llama, pero jamás forzará la entrada. La puerta que da acceso a nuestros corazones sólo puede ser abierta desde dentro.

Vigilar y orar

La vigilancia es una virtud importante que se tiene que cuidar. Vigilar significa vivir en el pensamiento de la segunda venida de Cristo. Debería ser una actitud en la mente constante que gobernará toda nuestra conducta en todo momento, pero especialmente apropiada durante el Adviento.

Esta actitud de vigilancia y de oración nos permite salir de la ansiedad, estar pacientes y pacíficos; y al mismo tiempo, lograr una postura de alerta.

Somos más fuertes con su espíritu, esperando que él, se nos de a conocer, entonces permitimos ser captados, conocidos y poseídos por Él.

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